El consumo es un termómetro fantástico para medir la salud de nuestra economía, ya que en buena parte es el resultado de la confianza que tienen los hogares. En este sentido, el ejercicio que estamos a punto de cerrar nos ha traído señales contradictorias: mientras que la recuperación del mercado laboral, la vuelta del turismo internacional o el regreso de la normalidad a la vida social insuflaban optimismo; los shocks provocados por la crisis energética, la escasez de materias primas y la guerra en Ucrania han traído una crisis de costes y una inflación histórica, además de un endurecimiento de las condiciones financieras para familias y empresas.
El consenso de analistas apunta a que en 2023 todavía no recuperaremos los niveles de consumo pre-covid (2019). Pero no es menos cierto que muchos de los elementos de este escenario están abiertos a cambios, es decir, a sorpresas de todo tipo. Desde ANGED, hemos consultado a ocho expertos del índice #TopCommerce su visión sobre los factores que más van a influir en el consumo en los próximos meses. Ésta es su respuesta:
RAFAEL ESCUDERO, SECRETARIO GENERAL DE CONSUMO Y JUEGO
En el actual contexto económico, es especialmente importante continuar trabajando en el diseño e implementación de políticas públicas centradas en la protección de las personas consumidoras, especialmente de aquellas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Cabe destacar que el porcentaje de este colectivo ha aumentado en 2022 respecto al año anterior como consecuencia del aumento generalizado del coste de vida, pero muy particularmente por el aumento de precios en bienes de primera necesidad.
Por tanto, uno de los elementos que más van a influir en la evolución de las tendencias de los hábitos de compra y consumo en los próximos meses, tendrá que ver con el precio de los productos y servicios. De este modo, es probable que las personas consumidoras dediquen más tiempo a la comparación de precios y opten por la compra de ofertas o promociones en busca de un mayor ahorro. Además, en el sector de la alimentación, por ejemplo, ya se observa una tendencia a un mayor aprovechamiento de la comida, evitando así el desperdicio alimentario.
Por último, también cabe esperar un aumento de la preocupación por la sostenibilidad de los productos y servicios, pues la responsabilidad de empresas y personas consumidoras en este campo es cada vez más protagonista en las relaciones de consumo. Como demuestran numerosos informes especializados, cada vez es mayor el peso que adquiere la sostenibilidad de un bien o de un servicio a la hora de ser elegido por las personas consumidoras. En este ámbito, es crucial que los poderes públicos implementemos políticas y campañas dirigidas a garantizar la mejor información para el consumidor, evitando así los intentos de greenwashing.
MANUEL HIDALGO, PROFESOR DE ECONOMÍA EN UNIVERSIDAD PABLO OLAVIDE
Sobre el consumo va a haber una enorme incertidumbre en los próximos meses, ya que los factores que influyen van a tener un comportamiento dispar. Si bien el consenso es que el consumo de los hogares no va a tener un buen año en 2023, no es menos importante considerar que hay factores que puedan estar ayudando a un mejor comportamiento en estos últimos meses y en consecuencia en los que están por venir.
Así, como factores negativos podemos mencionar el endurecimiento de las condiciones financieras en Europa, con las subidas del euríbor y de los tipos del BCE, que dañan la capacidad de compra de las familias. A esto hay que sumar el importante esfuerzo, con más que probable desahorro en 2022, que ha supuesto para los hogares el repunte de la inflación. Todo ello ha afectado y seguirá afectando a esta partida de la demanda agregada.
Por el contrario, sí pueden ayudar otros factores. Así la caída de los precios energéticos ayudará a mejorar las finanzas familiares. También la caída de otros precios en origen, sobre todo aquellos asociados a materias primas y alimentos, puede favorecer una moderación de la inflación y con ello mejorar la proyección del consumo familiar. Finalmente, el comportamiento del mercado de trabajo favorecerá el consumo, como en estos últimos meses.
Además es necesario mencionar las políticas de inversión pública, con los fondos europeos como vector de crecimiento y que favorecerá a la inversión, el empleo y, con ello, al consumo.
MILA MARCOS, DIPUTADA Y PORTAVOZ DE AGRICULTURA DEL PP
El elemento que más van a influir en el consumo serán los precios derivados de la inflación. Confluyen varios factores: la reducción de ayudas de la PAC; la falta de medidas eficaces por parte del Gobierno para atajar la subida de costes de producción en el sector primario (fertilizantes, fitosanitarios, energía, combustible, piensos…), que repercuten directamente en el cierre de explotaciones, y escasez de materias primas.
A ello se suma la industria y la distribución, que además de los costes energéticos y de la subida de las materias primas, deben hacer frente a nuevos impuestos verdes que otros países han aplazado, como el impuesto a los plásticos, o la nueva normativa de residuos y envases. Todo ello está provocando subida de costes y caída del consumo especialmente de productos nacionales cuyos precios son cada vez menos competitivos.
SEBASTIÁN PUIG SOLER, ANALISTA ECONÓMICO Y FINANCIERO DEL MINISTERIO DE DEFENSA
Hay dos palabras clave al analizar la evolución del consumo: incertidumbre y prudencia. La coyuntura económica, volátil y sometida a diversos factores externos sobre los que no tenemos control, determinará en gran medida el comportamiento de los consumidores en los próximos meses, y ello aconseja ser muy prudente en las previsiones.
Los efectos directos e indirectos de la guerra de Ucrania siguen alterando la economía global, especialmente en la energía y con el invierno por delante. Persisten también las tensiones la cadena de suministro, pese a su evidente mejora, así como la presión inflacionista, que está obligando a los bancos centrales a subir los tipos de interés, encareciendo la financiación a empresa y familias. Todo ello impacta en las rentas de los hogares y en su confianza, aunque de manera dispar debido a la creciente brecha entre trabajadores con empleos estables y salarios medios-altos (sin olvidar a los pensionistas) y una bolsa creciente de personas con bajas retribuciones o subempleadas a tiempo parcial o de forma discontinua. En los últimos meses, las familias han debido recurrir al ahorro embolsado durante la pandemia para sortear la crisis, reduciendo sus depósitos al mayor ritmo desde 2019. De prolongarse esta situación, no podemos descartar una caída en la demanda, tanto de consumo como, especialmente, de la compra de vivienda.
En este sentido, el alivio coyuntural producido en los precios energéticos, gracias a las medidas transitorias adoptadas vía fiscalidad y subvenciones, debe superar la prueba del período invernal para su posible traslación final a una inflación subyacente que a fecha de hoy no da todavía señales de contención. No obstante, una correcta dosificación de la respuesta monetaria en un contexto de ralentización económica y la aparente resiliencia del mercado laboral, con características diferenciales al de la anterior crisis, son factores que podrían contribuir a una evolución del consumo más positiva de lo esperado en el primer y segundo trimestre de 2023. Esperemos que así sea.
FRANCISCO ARANDA, PRESIDENTE DE UNO LOGÍSTICA
En el último trimestre hemos sido testigos de una clara contracción del gasto, que responde principalmente a la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores por el alza generalizada de los precios, un escenario que se repite en otros países.
Por un lado, la espiral inflacionista ya se ha dejado sentir en el consumo de las familias, que han visto cómo se reducía drásticamente su liquidez. Por otro, la incertidumbre también impacta en el consumo. La pandemia y otros imprevistos coyunturales, como la guerra en Ucrania o el colapso de los puertos de China, han provocado un cambio en el comportamiento del consumidor, mucho más cauteloso. En esta línea, el disparatado aumento de los costes de la energía y los carburantes, con el invierno a la vuelta de la esquina, contribuirán al frenazo del consumo.
Para revertir esta situación es necesario que el Gobierno reduzca las cotizaciones sociales y la presión fiscal de las empresas. No se entiende que Hacienda haya disparado su recaudación un 20% (el máximo histórico) mientras las compañías se ahogan por los costes, una situación que perjudica tanto a familias como a empresas y que está repercute en el consumo. La mejor manera de incrementar la recaudación tributaria es recuperar la actividad económica pérdida, lo que no se producirá si aumenta la presión fiscal a las empresas.
ILEANA IZVERNICEANU DE LA IGLESIA, DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Y RRII DE LA OCU
La inflación va a acompañar a los consumidores y a sus actos de compra durante los próximos meses y, por tanto, el precio de los productos y servicios va a ser uno de los principales elementos de elección.
Sin embargo, hay otros muchos elementos que el consumidor va a tener en cuenta. La reparabilidad y durabilidad son parámetros que serán clave cuando hablamos de bienes de larga duración. No sólo porque la economía circular está más en el día a día, sino porque un producto duradero y fácilmente reparable es más rentable a medio y largo plazo. Además genera empleo de calidad a la vez que impulsa la formación profesional como alternativa de calidad a la universidad.
Otro factor será dónde se ha fabricado el producto, a cuántos kilómetros se ha cultivado una fruta o una hortaliza y cuánto tarda en llegar a nuestra mesa. Cada vez nos gusta más lo local. Esto hace que el producto sea respetuoso con el medio ambiente, más económico por la cercanía y que fije población en zonas que difícilmente estarían pobladas si no fuera porque hay una explotación.
La idea de la omnicanalidad como elemento de peso en el consumo también ha llegado para quedarse. Cada consumidor en cada momento quiere optar por una determinada vía de compra.
LORENZO AMOR, PRESIDENTE DE ATA
Vivimos una situación de incertidumbre. Los autónomos en estos momentos están sufriendo. A nadie se le escapa que el ocio está viviendo un buen momento, lo vemos en la restauración, hostelería y turismo. Eso sí, no hay que olvidar que los costes también han subido. Esto significa que un negocio de hostelería ha reducido los márgenes puesto que tiene que estar más horas, tiene mayores costes. Pero hay otros sectores como es el comercio, por ejemplo, que hemos visto que está reduciendo su actividad y nos preocupa, porque este sector engloba a muchos autónomos, igual que nos preocupa el de la agricultura, pese a haber sido un sector esencial en la pandemia, ahora está viviendo también un periodo difícil.
En general, para el año que viene esperamos crecimiento, exiguo, pero al fin y al cabo crecimiento. Aproximadamente por encima del PIB, un 0,8% ó 0,9%. Aunque será preocupante la tasa de inflación en torno al 5%, y con una creación de empleo al ralentí o incluso negativa, en torno al 13% de desempleo.
JUAN RUBIO MARTÍN, DOCTOR EN ECONOMÍA
Hay perspectivas fundadas para ser optimistas. Seguimos creciendo en 2022 a ritmos más elevados que la mayoría de países europeos; somos el país de la eurozona con menor inflación y mayor crecimiento del empleo y evolucionan favorablemente sectores como el turismo y las exportaciones, que superan los niveles de 2019. Asimismo, en los últimos meses, han tenido un buen comportamiento importantes sectores industriales, como la producción de automóviles, el IPI continúa con tasas interanuales de crecimiento positivas y el comercio minorista encadena 3 meses con tasas positivas.
La confianza del consumidor subió en noviembre 5,8 puntos respecto a octubre, cuando este indicador registró su cifra más baja desde marzo, coincidiendo con el comienzo de la guerra de Ucrania, siendo destacable el aumento de la valoración de las expectativas, que anticipan las decisiones de consumo.
Respecto al consumo de las familias, pese a la crisis energética y la inflación, tanto el ahorro acumulado como la reforma laboral, que ha impulsado los contratos indefinidos y la creación de empleo, explican un avance que empezará a extenderse a bienes de consumo duradero, conforme se solucionan los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Las perspectivas para 2023 deberían ser, por tanto, bastante más positivas que las previstas hace unos meses, si la inflación siguiera moderándose.