La recuperación del sector del comercio avanza, aunque a un nivel más modesto del esperado. La sexta ola con la variante ómicron ha ralentizado en cierta medida esta tendencia, por lo que es previsible que sigamos sujetos en los próximos meses a la incertidumbre que todavía genera el fin de la pandemia tanto en los consumidores como en las medidas económicas y sanitarias que deban tomar los gobiernos.
También han afectado negativamente al sector situaciones como los cuellos logísticos, la convocatoria de huelga de transportes en las vísperas de la Navidad y, por supuesto, el deterioro de la confianza de los consumidores y los márgenes empresariales que genera el histórico incremento de los precios de la electricidad y la energía (tensionados si cabe más por el entorno geopolítico en Este de Europa).
Como muestra nuestro último Resumen de Indicadores del Comercio de febrero, si observamos los datos globales del sector del comercio a cierre de 2021, el consumo (índice de actividad en volumen) avanzó un 2,9% interanual, aunque sigue 3 puntos por debajo del nivel pre-pandemia (Datos corregidos por calendario del MINECO), mientras que la zona del euro el consumo ya crece un 4% sobre 2019. En cuanto a las ventas (índice de actividad en valor), avanzaron un 6,7% y se quedan ligeramente por encima del nivel de 2019 (+0,6%).
La buena noticia es que en términos de empleo, la afiliación media de enero en el Comercio en 2022 muestran un crecimiento del 4%, con 72.987 afiliados más que 2021. Respecto a enero de 2020 hay también 16.636 afiliados más.
Impuestos, inflación y expectativas de los agentes económicos
Las empresas y los hogares están soportando graves tensiones inflacionistas y es indudable que tienen un fuerte impacto sobre sus expectativas de inversión y consumo. Sobre todo, por el extraordinario crecimiento de los precios de la electricidad, al que se suman los carburantes, el alzas en determinadas materias primas y los problemas generados en la logística internacional.
En el lado de los consumidores, una inflación alta sostenida en el tiempo provoca una redefinición de sus preferencias de compra. Es decir, compensa parte de las fuertes subidas del recibo de la luz o los carburantes comprando productos más baratos, sustituyendo algunos por otros de menor valor o retrasando determinadas compras, sobre todo en bienes duraderos, de equipamiento personal, etc.
Hay factores externos, del contexto internacional, como la energía o los problemas logísticos, sobre los que nuestra capacidad de reacción es limitada. Sin embargo, hay otra serie de cuestiones internas que afectan negativamente en los precios. Decisiones políticas del Gobierno y de las Comunidades Autónomas, que generan un fuerte deterioro para la competitividad de las empresas y las rentas de los hogares.
En primer lugar, desde luego es muy preocupante la deriva de la política fiscal. Una política muy expansiva, que está elevando la deuda pública hasta niveles históricos y que como contrapartida conllevará una fuerte subida de impuestos, como ya estamos viendo, tanto para los hogares como para empresas. El incremento de impuestos sin duda no será neutro y puede truncar la lenta recuperación de la actividad y del empleo. Por eso insistimos en que no es momento para subir los impuestos.
En la misma línea, la subida de las cotizaciones sociales no sólo penaliza la creación de empleo, elevando los costes de las empresas, si no que va a tener impacto en la recuperación del mercado laboral y, en consecuencia, en las rentas de los hogares más afectados por la crisis.
En otros ámbitos también se están proponiendo normas que pueden suponer unos costes absolutamente desproporcionados para empresas y ciudadanos, si no se ajustan adecuadamente a los objetivos europeos y no se ofrece a las empresas cierta flexibilidad para elegir el modo más adecuado para conseguirlos.
El consenso de economistas insiste en el impulso de las reformas y la seguridad jurídica como bases sobre las que anclar el crecimiento y acortar lo máximo posible la recuperación de la economía en España.
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